En el año 2008 la Asamblea General de Naciones Unidas declaró el 19 de agosto como el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria en memoria del brutal atentado terrorista (del 19 de agosto de 2003) contra la sede de las Naciones Unidas en Bagdad, que se cobró la vida de 22 personas.

Y este año en concreto, es de justicia rendir tributo a los/as profesionales de la salud y a las personas que trabajan en labores humanitarias.

Un año en el que la pandemia del COVID sigue sumando víctimas, y el colectivo sanitario, exhausto, sigue al pie del cañón, sin días libres, sin vacaciones, sin descanso, para seguir prestando asistencia vital a millones de personas y superando obstáculos sin precedentes.

Y, por desgracia, a la emergencia sanitaria que nos azota podemos sumar los estragos que la emergencia climática está causando a nivel mundial: inundaciones, olas de frío, olas de calor, incendios devastadores (este verano el Mediterráneo es una inmensa llama…) para rematar un año en el que la borrasca Filomena dejó escenarios devastadores, y las inundaciones en Europa apenas dan un respiro.

Y, además del personal sanitario, tenemos en primera línea a las personas y comunidades humanitarias, prestando ayuda desinteresada, fundamentalmente a los colectivos más vulnerables, que siempre son los más afectados: la infancia, las personas mayores, gente que está perdiendo su hogar y su medio de vida…

Son los héroes y heroínas de estos tiempos tan duros con los que nos está tocando lidiar. Héroes y heroínas reales, de carne y hueso, que han escogido ayudar a los/as demás en las circunstancias más extremas, con humildad y altruismo, y con muchas renuncias personales.

Muchas de estas personas se han dejado la vida en ello. Pero lloran a los/as que se han ido, y siguen en la brecha.

A todas estas personas,

¡Feliz día!

Y GRACIAS infinitas por su dedicación, por su lucha por un mundo más tolerante, más igualitario, más justo.

Y, por supuesto, ánimo y fuerza para continuar.