La mayoría de los barcos de pesca se someten a trabajos anuales de mantenimiento y reparación en varaderos o astilleros donde los trabajadores se exponen a numerosos riesgos: exposición a temperaturas extremas, caídas de personas al mismo y a distinto nivel, caída o desplome de las embarcaciones, incendios, proyección de fragmentos o partículas, atropellos por el uso de carretillas elevadoras, riesgos por exposición a agentes físicos (radiaciones en tareas de soldadura, vibraciones mano-brazo, iluminación inadecuada, etc.) o por exposición a agentes químicos (polvos originados durante la limpieza con chorro de arena, exposición a fibras minerales y de amianto, vapores de pinturas, disolventes, etc.), entre otros.

Es difícil obtener datos fiables sobre la siniestralidad en este tipo de tareas, ya que la casuística que se puede dar en las reparaciones de las embarcaciones pesqueras es muy variada: puede ser reparada por la propia tripulación de la embarcaciones durante las correspondientes paradas biológicas, o bien se puede contratar a empresas especialistas, que son de diferentes sectores, principalmente del metal y la madera, lo que hace prácticamente imposible obtener un código de actividad único para poder obtener datos fiables de siniestralidad, tal y como es posible en otros sectores, como la pesca o la acuicultura.

Por todo ello, y al realizarse en los varaderos diferentes tareas que pudieran estar recogidas en el Anexo I del Real Decreto 39/1997, Reglamento de los Servicios de Prevención, no cabe ninguna duda de que se trata de una actividad de especial peligrosidad que merece estudios en profundidad para identificar mejor los riesgos de la misma.

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Fuente: INSHT