La resistencia al cambio es connatural al ser humano si bien el cambio es permanente en todos nosotros. Nos encontramos en la era de la información en la que algunos paradigmas de los siglos XIX y XX que venimos arrastrando no nos sirven, y por ello es preciso modificarlos.
Se torna necesario incorporar formas de pensar que nos permitan un hacer distinto para convivir con estos nuevos marcos y reglas del juego y, de esta manera, responder a los desafíos del presente y de un futuro no tan lejano.
Incertidumbre, colaboración, transversalidad, integridad, confianza, flexibilidad, velocidad, conectividad, creatividad, innovación, curiosidad, movilidad, delegación, gestión por proyectos, medio ambiente, constante aprendizaje, humanización del trabajo, coraje, sentimiento de equipo, sostenibilidad, talento, excelencia… son conceptos que ya forman parte de nuestro vocabulario habitual y de la realidad de nuestras empresas.
Ante este marco, la verdadera revolución en este “cambio de era”, que no “era de cambios”, está en el pensamiento.
Cambiar no es modificar la forma en la que hacemos las cosas: se trata de reajustar, añadir otras variables y prismas que faciliten una forma diferente de abordar la realidad. Einstein afirmaba que es totalmente imposible responder a los desafíos nuevos con los esquemas mentales que los han creado.
Nos dirigimos, por tanto, de forma ineludible, hacia una sociedad que debe rescatar sus valores hacia el bien común, la construcción de un mundo mejor, desde la percepción de un ser humano integral con mente, corazón y espíritu, valor en el medio ambiente, en la persona… y a esta tendencia se unen empresas consideradas referentes y pioneras en sus sectores, donde su principal cometido hoy es el de aportar sentido y propósito hacia lo social. Autores como Drüker, Handy, Kofman y Senge, entre otros muchos, afirman taxativamente: “El objetivo de una empresa es dar servicio, aportar valor a la sociedad”. Pasamos, por tanto, del hambre material centrada en el HACER, al hambre de sentido, donde se unen el SER y el HACER.
Lo descrito hasta el momento nos permite poner el foco y analizar cuál ha sido el recorrido del concepto Prevención de Riesgos Laborales en nuestras empresas en estas últimas décadas, así como la implantación de comportamientos seguros y saludables en las mismas. En estos últimos años, las circunstancias en que se desenvolvía la prevención de riesgos laborales en nuestro país nos obligaba a vivir en profunda contradicción. Mientras los avances han sido notorios y muchas empresas han sido capaces de integrar de manera eficaz la prevención a sus estrategias de calidad y eficiencia en el trabajo, con un creciente compromiso y responsabilidad social, existe aún un porcentaje de empresas, sobre todo pequeñas y micro, que viven alejadas de lo que representa la utilidad de la aplicación del marco reglamentario, que lo ven como una carga impositiva que poco aporta a los intereses empresariales.
Fuente: INSST