La crisis del transporte y una cosecha nefasta ponen en jaque al mercado cafetero, advierte el director general de Siboney.
En Cafés Siboney llevan desde 1965 surtiendo de un bien de consumo tan elemental como el café a un mercado cada vez mayor desde A Coruña. Pero se enfrentan a una situación que su director general, Jorge Gómez Torres (A Coruña, 1970), califica como «inédita». Y es que, por primera vez, se ven obligados a frenar su crecimiento ante una carencia histórica de la materia prima sobre la que han forjado su empresa. Una situación que ya ha sido bautizada como la crisis del café y que han contenido lo máximo que han podido, pero que irremediablemente terminará afectando al consumidor final.
—¿Qué está provocando esta falta de oferta?
—Con la crisis de los contenedores ya notamos cómo bajaba la oferta enormemente. Dependemos totalmente del transporte marítimo, y cuando fue el bloqueo del canal de Suez fue el caos. Y a todo esto hay que sumarle los problemas que ha habido en Colombia este año y que la cosecha ha sido desastrosa. Hubo una helada muy fuerte en Brasil en julio que ha afectado al 10 % de la producción del país para el año siguiente. Fue lo que llaman una helada negra, que es la que no deja escarcha sobre las plantas, sino la que congela a la propia planta y la mata. Eso provocó que en un día subiese el precio del café un 10 %. Es una burrada. Y todo esto ha derivado en que actualmente se haya duplicado el precio en bolsa.
—¿Algo tan común como el café puede convertirse en un producto de lujo?
—El problema ya no es solo el precio, sino que no hay café. Está habiendo muchos incumplimientos de contrato. Tú compras con previsión a un precio fijado, pero llegado el momento, como está habiendo escasez, se están saltando lo pactado y están vendiendo al mejor postor. Ahora me preocupa más que no haya café que el hecho de que suba de precio.
—¿Han tenido problemas de desabastecimiento?
—Nos pasó con el descafeinado. Tenemos una mezcla de cafés de México y Brasil y el proveedor nos dijo en octubre que no podía servirnos porque el contenedor tenía que haber salido de México en agosto y no lo hizo. Nos buscamos la vida por otros lados: Perú, Colombia… Aguantamos hasta hace quince días, que llegó por fin. Pero imagínate que en vez del descafeinado es otro café de mayor consumo, el que nos da de comer.
—Esta situación se da desde hace meses pero no ha subido el precio del café para el consumidor final.
—Nosotros llevamos meses asumiendo la subida de precios, pero no hemos querido repercutirla en nuestros clientes, que son la inmensa mayoría hosteleros, hasta ahora, que ya les hemos comunicado la nueva situación.
—Así que terminará subiendo el café en los bares.
—En todos lados. Hay que ir concienciando a la gente de que el precio subirá, por supuesto. Pero también de que puede que no haya el café que están acostumbrados a tomar. Lo que no vamos a permitir es que esto afecte a la calidad de nuestros cafés.
—¿Cómo se enfrenta una empresa como Siboney a esta situación?
—Como podemos. Es una situación inaudita, ni mi padre ni mi abuelo tuvieron que pasar por algo así. Nos afecta en todo. Es la primera vez en la vida que tengo que ponerle freno a los comerciales, lo que es desesperante para un empresario. Pero, ¿de qué vale hacer clientes nuevos si después no puedes servirles? A todo lo nuevo que nos está surgiendo le decimos que dadas las circunstancias no podemos asegurar el suministro y que con el café que tenemos vamos a priorizar a los que ya son clientes. No podemos hacer otra cosa, te juegas el terminar quedando mal con un posible cliente.
—¿Qué previsiones tienen para el año que viene?
—Hay dos tendencias, los optimistas que dicen que en julio del año que viene puede estar todo normalizado y los pesimistas, que auguran que esta situación se va a extender todo el 2022. Dependerá de muchos factores. Incluso del covid. Si vuelven a cerrar la hostelería en diferentes países habrá menos demanda.
—¿Les ha afectado mucho la pandemia?
—Mucho. Bajó enormemente el consumo en hostelería, claro, pero se compensó en alguna medida ya que incrementó el de casa. Se fue compensando. Pero lo notamos mucho. Pasamos de facturar siete millones de euros a algo más de cuatro. Hubo meses que tuvimos el 10 % de nuestra facturación habitual.
«Nuestras cafeterías nos mantienen en contacto con el consumidor final»
Jorge Gómez, junto a su hermano Nacho, ha recogido el legado construido por el fundador de Cafés Siboney, su abuelo Cesáreo, a su regreso de Cuba: «Empezó muy humildemente, cogiendo aquellos clientes que no estaban con cafés El Trópico, que llevaba ya mucho tiempo cuando empezó mi abuelo en 1965. Y poco a poco fue creciendo, siempre con la obsesión de tener muy buen café. A mi abuelo le encantaba el café».
—Son ya la tercera generación.
—Sí, y el paso fue muy rápido, porque m abuelo falleció en el 2001 y mi padre al año siguiente. Yo ya estaba en la empresa desde 1993 y mi hermano estaba viviendo en Londres pero se vino con nuevas ideas, como lo de las cafeterías. Era algo que a mi abuelo no le gustaba, decía que si teníamos nuestra propia coffee shop hacíamos competencia a nuestros clientes. Hay que reconocer que fue una gran idea, nos permite probar los cafés, las tazas… Son como un campo de pruebas de I+D y nos mantienen en contacto con el consumidor final.
—A esa imagen súmele la tortilla que sirven, que tiene fama.
—Eso fue de casualidad. El que hizo la obra del local de Rúa Nueva nos dejó una cocina al final, que no la queríamos. Mi madre vive cerca y se ocupó de hacer una tortilla a media mañana. Pero la cosa fue creciendo hasta ahora, que despachamos unas 17 en una mañana. Así que terminamos contratando una cocinera que la clavaba.
—¿El secreto?
—Huevos buenos, buena patata y mano a la hora de hacerla. De hecho no sale igual en el local de la calle Ferrol, que tenemos otro cocinero. Eso sí, uno de mis hijos prefiere una y al otro le gusta más la otra. Así que hay para todos los gustos.
Fuente noticia: https://www.lavozdegalicia.es Fuente foto: Eduardo Pérez